martes, 11 de noviembre de 2014

¿Eres de los que busca la felicidad o de los que la viven?

“Tú eres la felicidad, no buscas la felicidad”

“Es verdad que un hombre pobre puede ser feliz per, ciertamente, un hombre feliz nunca puede ser pobre, pues la verdadera riqueza es simplemente la capacidad de recibir y dar a cada instante lo que nos ofrece la vida”




Ayer leía estas dos frases en el libro de “Dioses en el desempleo” de Josep M. Villagrasa, reconocido naturópata y  me hizo que pensar…

¿La felicidad es algo que se alcanza? ¿es una meta? El ser humano se diferencia de los animales en el instinto de superación que tiene, esa necesidad de superarse cada día que nos hace levantarnos cada mañana, ir a trabajar, tener relaciones sociales... Entonces, si la felicidad es un objetivo ¿Cómo sabremos que la hemos alcanzado? Y sobre todo, si la alcanzamos ¿Cómo mantenerla sin querer más y más, satisfaciendo ese instinto del que hablamos? ¿Hay varios niveles de felicidad?

Todo el mundo quiere ser feliz y nos pasamos la vida buscando esa felicidad, ¿Qué ocurre si se cambia el enfoque y en vez de buscar la felicidad fuera nos sentimos parte de ella? ¿Qué ocurre si miramos hacia dentro y empezamos a disfrutar de cada momento, de cada acto, de cada conversación, de cada instante de nuestra vida? Y sobre todo, ¿Qué ocurre si dejamos a un lado la angustia o necesidad de “alcanzar la felicidad” y simplemente la experimentamos a cada instante?

Si cambia nuestra mirada, cambia la energía con la que vibramos y sobre todo cambia la vida que hay alrededor, porque cambiamos nosotros. Y qué bonito es el cambio!!



El cambio nos ayuda a ilusionarnos por la vida y a sentir que vivimos. <3


Ayer me mandaba un amigo este bonito poema que está muy relacionado, lo comparto...

ITACA

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada q
ue darte
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999.
Edición y traducción, Pedro Bádenas de la Peña